Trets

Ser fotoperiodista

Ser fotoperiodista siempre ha sido, sigue siéndolo, una profesión de riesgo. En aquellos momentos, el régimen franquista vivía temeroso de perder el poder y tener que enfrentarse a las consecuencias que eso suponía. Quizás por eso se comportaba de una manera especialmente violenta. Violenta con los manifestantes y violenta con quienes queríamos contar y dejar constancia de su sañoso proceder. En cada manifestación la imagen de impacto estaba asegurada, el peligro también.

Después llegó la Ley de la Reforma Política y su referéndum posterior, llegó la legalización de los partidos políticos y los sindicatos y la convocatoria de las primeras elecciones democráticas para el 15 de junio de 1977. Entonces se inició un periodo de una efervescencia social y política como nunca habíamos visto los que nacimos después del golpe de estado de Franco. Regresaron a España nombres míticos: Alberti, Pasionaria, Tarradellas, Federica Montseny, Carrillo, Renau…  Se multiplicaron mítines y fiestas, se generó una actividad cultural frenética y, en fin, se extendió un desbordante deseo colectivo de libertad en todos los ámbitos.

 En ese tiempo salieron a la calle las primeras manifestaciones feministas, antimilitaristas y ecologistas. Se hicieron públicas las reivindicaciones del movimiento LGTB, a las salas de fiesta llegaron los espectáculos con travestis, el destape al cine y el nudismo a las playas. Se hizo patente la exigencia ciudadana de recuperar El Saler y hacer del lecho del Rio Turia un espacio verde. Y, en medio de todo eso, también apareció un sentimiento nacional valenciano que fue rápidamente contestado por la extrema derecha con la intención de atajarlo enviando cartas bomba y haciendo explotar varios artefactos en los domicilios de varios intelectuales, en librerías y en las redacciones e imprentas de algunas publicaciones.

Después vinieron las elecciones municipales que ganó la izquierda y los extremistas de derechas endurecieron sus acciones, agrediendo en ocasiones a las autoridades democráticamente elegidas. Y vino el intento de golpe de estado de algunos militares y guardia civiles. En octubre del 82 ganó las elecciones generales Felipe González y colgó el traje de pana y muchos de sus principios. La verdad es que no nos aburríamos.