Futuros truncados en Nicaragua
Para tomar estas fotografías, JV Rodríguez no tuvo que buscar en lugares ocultos. Porque las niñas y niños trabajadores de Nicaragua están en la calle, en cada rotonda, en cada gasolinera; están en el campo cortando café, vendiendo verduras, repartiendo diarios, fabricando ladrillos: están ayudando a sus familias a subsistir.
Una ayuda imprescindible
La dura realidad económica del país ha hecho –y sigue haciendo– que muchos hogares necesiten de su colaboración. Las niñas y niños trabajadores de Nicaragua aportan, en ocasiones, un magro jornal de obrero. Pero las más de las veces acuden con unas monedas ganadas en eso que se llama la economía informal, actividades que mantienen a miles de niños, niñas y adolescentes trabajando durante duras jornadas: lustrando botas, vendiendo refrescos o tortillas entre el tráfico de la capital, limpiando coches, atendiendo un puesto en el mercado o atravesando fronteras con mercancía de contrabando. Con las niñas sucede que la familia necesita de ellas para acarrear leña y agua, ocuparse de los más pequeños, palmear tortillas o cuidar la huerta.
Condenados a la pobreza
El resultado es siempre el mismo: infancias robadas, porque estas niñas y niños trabajadores han cambiado los juegos por las responsabilidades; futuros truncados, porque a la pobreza de hoy se añade la imposibilidad de adquirir una educación que podría ayudarles a salir de ella mañana.
Estas imágenes fueron tomadas en dos épocas diferentes. Las que se presentan en color son de un par de viajes al Norte de Nicaragua en 2006 y 2007 y formaron parte de una muestra sobre el trabajo infantil que se pudo ver en las ciudades más importantes de la Comunitat Valenciana. Las de blanco y negro se realizaron en plena guerra (en 1987) y formaron parte de la exposición Nicaragua: una mirada lírica, una mirada crítica que se pudo ver en diferentes localidades valencianas y en el Centro Cívico Rigoberta Menchú de Getafe (Madrid).